La campana de Tlaxcala

Llegamos a la capital del Estado de Tlaxcala muy temprano y con un clima frío, nublado y llovizna. Las calles estaban grises y vacías y allí se generó la primera parte de una divertida anécdota…

Habíamos quedado con un amigo para desayunar muy temprano aquel sábado. Previo al encuentro quise pasear por las desoladas calles de la capital tlaxcalteca y tomar algunas fotos.

Descubrí que la Parroquia de San José en el centro histórico de Tlaxcala es la imagen del envase de leche Real Sta. María.

Después de tomarme una foto sentada en la fuente, apareció una mini señora caminando lentamente. Me llamó la atención que la distancia le daba una apariencia de muñequito acentuada por los colores de su ropa tan bien delimitados. Advertí que se dirigía a tocar la campana y quise grabar en video ese momento. Encendí la cámara, enfoqué, barrí la escena y llegué hasta ella y sus tirones de soga justo en el momento en que había terminado y emprendía el regreso al interior de la iglesia. Me reí, me dio mucha risa el desencuentro, la distancia que nos separaba, la mañana fría, la escena vacía dejándonos a ella y a nosotras como únicas actrices en esta comedia…

Dos meses después…

Dos meses después regresamos a Tlaxcala por la tarde, con sol, con calor y sin querer nos ubicamos en el mismo lugar para contemplar la iglesia amarilla. Igual que aquella fría mañana, la mini señora volvió a aparecer con su paso lento y el recorrido aprendido de memoria por sus pies. Con la distancia que le daba su apariencia de muñequito acentuada por los colores de su ropa tan bien delimitados (los colores eran otros).

¡Dos meses después la escena se repetía! ¡Tenía que grabarla! ¡Esta vez no se me iba a escapar! Encendí mi cámara y enfoqué directo a la mini señora, la torre de la campana, los movimientos de la soga y lo disfruté como una pequeña e inesperada revancha. Cada vez que veo estos dos videos me río de la situación, de la coincidencia, de lo trivial convertido en destacado, me río de mis risas y reírse siempre es bueno. Pequeñas alegrías viajeras que siempre es lindo recordar.



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