SAN JUAN DE ULÚA: LA CÁRCEL-MUSEO DE VERACRUZ

La cárcel de San Juan de Ulúa fue el único territorio de la Nueva España que permaneció en manos de los españoles después de consumada la independencia de México.

Cuando leí «La silla del águila» de Carlos Fuentes quise visitar San Juan de Ulúa, al igual que Catemaco y otros escenarios literarios que desde mi pequeño departamento en Mar del Plata me parecían tan interesantes  como lejanos. Aquella tarde al atravesar el Puente del Útlimo Suspiro intenté imaginar la sensación que tenían los presos al llegar a su destino final. Estaba conmovida literaria e históricamente.

 El recorrido guiado es necesario para tener datos importantes sobre la vida en ese lugar. Hay distintos tipos de celdas abiertas al público. En las más amplias los guías reúnen a los grupos de visitantes para dar un marco real a los datos históricos. Hay una celda que tiene una especie de antesala  que conducen a dos celdas que permanecen iluminadas por pequeñísimas ventanas de piedra. La humedad, la oscuridad, la falta de ventilación y el sufrimiento estancado entre esas paredes hacen que apenas asomarse, uno quiera salir corriendo al grito de “patitas pa’que las quiero”. La energía del lugar es espeluznante.

«Puente del último suspiro» o «Puente sin retorno»

Su construcción comenzó en 1535 para proteger a las embarcaciones que fondeaban en el puerto de Veracruz. El origen del nombre tiene dos razones: San Juan en honor a Juan de Grijalva, capitán de la exploración y Ulúa porque al llegar a la isla, los españoles vieron a dos muchachos sacrificados y al preguntar qué había pasado, los indígenas dijeron que los habían matado los culúa (acolhuas). Los españoles entendieron ulúa y así llamaron al lugar.

A la edificación también se la denomina «cuatro veces heroica» por defender la soberanía en cuatro oportunidades:

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1. 1825: rendición de las últimas tropas españolas

2. 1838: ataque de las tropas francesas durante la Guerra de los Pasteles

3. 1847: ataque de las tropas norteamericanas en la Guerra de Intervención Estadounidense

4. 1914: defensa ante el desembarco de las tropas estadounidenses

Los edificios de la fortaleza, siendo casa presidencial, albergaron a los poderes federales con Benito Juárez, Venustiano Carranza y Porfirio Díaz previo a su destierro a Francia. Maximiliano y Carlota antes de llegar a la ciudad de México pasaron por las habitaciones de San Juan de Ulúa que hoy son salas vacías.

La prisión

Funcionó como cárcel más de 150 años en diferentes etapas como la Inquisición, la Independencia y el Porfiriato; este último generó el mayor número de presos. En las celdas de 8 por 20 metros y techo cóncavo, se alojaban hasta 200 personas. Al cruzar el Puente del Último Suspiro o puente sin retorno, los presos entraban al infierno de San Juan de Ulúa.

El peor castigo de los prisioneros eran las condiciones en que vivían: calor, deshidratación, hambre, hacinamiento, falta de higiene, humedad, oscuridad. La marea subía 10cm todos los días inundando las celdas y los presos pasaban largas horas con los pies bajo el agua. Las sentencias no llegaban porque los hombres no resistían más de un año en esas condiciones. Además existían los castigos: estiramiento en el potro, gotas de agua que los enloquecían y trabajos forzados bajo el sol.

Celda en San Juan de Ulúa

En el techo de las celdas hay estalactitas y debajo de la prisión está el mar. Todos los muros tienen coral y el agua sube a través de los muros por capilaridad. Para que el agua llegue a la parte alta y se formen estalactitas se necesitan mas de 50 años, luego se produce un goteo constante que hace formaciones en el piso llamadas estalagmitas. En las paredes se ven escurrimientos blancos que contienen el coral que va quedando adherido a través del tiempo.

Celda en San Juan de Ulúa

La cárcel albergó a personalidades destacadas de la historia como Benito Juárez por orden de Santa Anna y luego éste por órdenes de Juárez, Porfirio Díaz, Francisco Javier Clavijero, Salvador Díaz Mirón, los hermanos Flores Magón, Valentín Gómez Farías, Melchor Ocampo, los huelguistas de Cananea y Río Blanco, Agustín de Iturbide y una lista interminable de políticos y sacerdotes que llegaron a San Juan de Ulúa no para ser castigados sino en espera de una embarcación que los llevara al destierro, dado que éste era el puerto principal de México.

Leyenda de Chucho el roto

La historia de Jesús Arriaga suele compararse con la de Robin Hood. Durante diez años robó a los ricos para ayudar a los pobres y el pueblo lo convirtió en leyenda. Nació en Santa Ana Chiautempan, estado de Tlaxcala en 1858.

De origen humilde, se desempeñaba como carpintero. Tuvo una romance con Matilde de Frizac, sobrina de un millonario y cuando la muchacha quedó embarazada, Jesús fue humillado, encarcelado por los parientes de la joven y enviado a San Juan de Ulúa de donde escapó escondido dentro de un barril.

Para vengarse de Don Diego de Frizac, se convirtió en bandido de guante blanco. Lo apodaron Chucho, el roto porque para cometer sus estafas vestía con elegancia, como los ricos de aquella época, llamados «rotos» (elegantes).

Lo apresaron en las Cumbres de Maltrata, en Veracruz y lo enviaron nuevamente a San Juan de Ulúa. Otra vez intentó escapar pero Bruno, su compañero de celda, lo delató y fue sentenciado a 300 latigazos. El verdugo recibió 1200 pesos-oro de parte de Matilde para salvar la vida de su amado pero aún así las heridas fueron mortales.

Chucho fue trasladado al hospital donde murió el 25 de marzo de 1894 a los 36 años de edad. Dice la leyenda que sus restos fueron enviados a la ciudad de México y al abrir el ataúd, éste estaba lleno de piedras y no se supo nada más de aquel hombre.

Leyenda de la Mulata de Córdoba

Hija de padre español y madre africana, la mulata nació en Córdoba, Veracruz. Era una mujer hermosa y se extendió el rumor de que poseía tal belleza por ser amante del diablo. Fue acusada de brujería y enviada por el Santo Oficio a San Juan de Ulúa.

En lugar de rezar, la mulata dibujaba en las paredes de la celda. El carcelero que la custodiaba se interesó por un velero que había pintado la mujer. Ella le preguntó si le gustaba y qué le faltaba. El hombre respondió que sólo le faltaba navegar. La mulata le dijo que eso haría. Se subió al velero, se despidió de su guardia y navegando desapareció en los rincones de la celda ante la mirada atónita del carcelero.


«Entonces escuché los pasos ligeros, como de mariposa saltarina si tal cosa hubiese, detrás de mí. Entonces me di media vuelta en el momento en que se abrió la puerta de la celda y a mis espaldas sentí un tufo infernal, como si este túnel subterráneo fuese en verdad el camino del Averno, el lugar de cita de todos los demonios, este túnel subterráneo del Castillo de San Juan de Ulúa, goteando del techo no sólo agua salada sino sangre licuada, sangre tan vieja que ya era parte de la circulación universal de los océanos, sangre mezclada de perro hambriento y tiburón ahogado y bucanero ahorcado y sirenas prostituidas y vastas selvas de algas marinas y ostras herméticas de perlas barrocas, todo esto me goteaba sobre la cabeza.» (La silla del águila -Carlos Fuentes)


Desde su construcción, San Juan de Ulúa tuvo diversas funciones: fortaleza para protección de embarcaciones, sede del poder ejecutivo federal, prisión y actualmente, una parte es museo y otra es ocupada por la Armada de México.


El copyright del artículo «San Juan de Ulúa: la cárcel-museo de Veracruz», publicado en http://www.patadeperroblogdeviajes.com pertenece a Paula Ithurbide. Es necesario el consentimiento expreso de su autora para la publicación o reproducción, parcial o total, a través de medios impresos, online o a través de cualquier otro medio o formato.

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