Un mes con Lupita en Argentina

Cuando en 2015 estuvimos en Mar del Plata con Lupita, entre mates, abrazos y ladridos nos pusimos a hacer un resumen de nuestras vivencias.

  •  «¿Y por qué no la dejaste?»
  • «Viajar con Lupita es una limitación»
  • «No te arrepentís de haberla traído?»
  • «Si estuvieras sola tendrías más libertad»
  • «Este es un transporte para pasajeros no para perros.»
  • «No puede entrar con el animalito»
  • «Las leyes no permiten llevar perros, si te dejo me van a hacer una multa»

Cada vez que escuchamos alguna de estas frases, Lupita y yo nos miramos y nos guiñamos un ojo porque sabemos que este viaje es un desafío. A cada paso encontramos algún obstáculo legal, alguna prohibición o alguna mala cara. Sin embargo creemos que si no hacemos visible nuestras necesidades nos estamos negando el progreso. Si no abrimos caminos, estaremos condenados a no avanzar.

 El taxista

Subimos al auto y enseguida supimos que el taxista recibía con agrado a los pasajeros de 4 patas, según sus propias palabras: «yo prefiero llevarlos a ellos que a los humanos, hay una mamá joven que sube con su hijo y me pisa todo el asiento y ya le dije que si no le pone límites al borrego no la llevo más.» 

Nos dijo que la próxima vez que llamemos para pedir un taxi avisemos que vamos con perro porque está prohibido viajar en colectivo y taxi con animales y al avisar le damos oportunidad al chofer que decida si se arriesga a llevarnos y pagar multa si lo detienen. El taxista amaba a los animales, tenía 3 perros rescatados y una gatita que salvó de ser atropellada. Antes de bajarnos nos repitió: «Acuérdense, si llaman avisen que van con perro por si les toca un amargo que no las quiere llevar».  Tuvimos suerte de encontrarnos con él!

El colectivero enojado

Subimos como siempre al colectivo, en una hora en la que viaja poca gente para poder sentarnos y con tanto espacio vacío evitar que alguien se queje de Lupita. Yo ya había pagado  el boleto cuando el chofer se dio cuenta que lo que traía dentro del rebozo no era un bebé sino un perro. Empezó a gritar: «no puede subir con el perro». Le contesto: «siempre me llevan, ayer viajé y todo bien». Se fastidia: «no puede viajar con perro me hacen una multa si me ven además este es un transporte de pasajeros no de perros, yo pensé que era un bebé» blablablablabla de muy mal modo.

Como vi que venía enojadísimo con la vida y se estaba tomando revancha conmigo y en vano era explicarle que ya había viajado más de diez veces en colectivo sin problemas, le deseé buen día, me bajé y el colectivo se fue con el hombre enojado adentro. ¡Tanta furia que traía aquel hombre…! Yo esperé 5 minutos y tomé el próximo colectivo donde un amable chofer me dijo que me fuera al fondo por si sube un inspector y viajé sin ningún problema. Me alegré de no haberme enganchado en una disputa de derechos con el personaje enfurecido.

El museo

Andábamos de paso por el Museo de Arte Contemporáneo Buenos Aires y sólo para comprobar la prohibición hicimos el intento de ingresar con Lupita. A los 10 pasos se nos acercó una empleada de vigilancia con la frasecita de siempre «no se puede entrar con animales». Ok, no importa.

Museo de Arte Contemporáneo Buenos Aires

La encargada del negocio de golosinas

 Cerca de donde estamos parando hay un negocio de golosinas. Cada dos o tres días voy a comprar alfajores (¡muchos alfajores!). La primera vez que fui entré con Lupita en el rebozo, recorrimos el local, elegimos los alfajores y en la caja la encargada le hizo mimos a Lupita. Aproveché para agradecerle que nos dejó entrar. Me respondió que nos permitió el acceso porque Lupita venía dentro del rebozo. Y así sucede cada vez que voy por mis alfajores: vamos con Lupita dentro del rebozo, nosotras respetamos y los demás comprenden y respetan y todos felices y en paz.

La heladería

De pasada compramos un kilo de helado porque nos esperaban a cenar. No hubo ningún problema en entrar en la heladería y realizar la compra. Fuimos bien recibidas.

El matrimonio mayor

Una pareja de gente mayor tomaba el solcito de la tarde sentados afuera de la heladería. Enseguida les dio ternura ver a Lupita y comenzó la charla acerca de los animales y temas relacionados. Fue un ratito agradable que sumó para la cuenta de las experiencias positivas.

Este post resume las experiencias emocionales del primer mes en Argentina. Es cansador y es complicado pero vale la pena sentar precedente para que las leyes se actualicen.



El copyright del artículo «Un mes con Lupita en Argentina», publicado en http://www.patadeperroblogdeviajes.com pertenece a Paula Ithurbide. Es necesario el consentimiento expreso de su autora para la publicación o reproducción, parcial o total, a través de medios impresos, online o a través de cualquier otro medio o formato.

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